Cuatro meses (cinco años) de verificación digital

Foto: Kayla Velasquez (Unsplash)

 

Desde el año 2012 he procurado incluir en las clases que imparto, relacionadas con el ciberperiodismo, el periodismo internacional  o la política internacional, conceptos referidos a la verificación digital. El pasado cuatrimestre (acabando en enero) tuve por primera vez la oportunidad de centrar una asignatura universitaria por completo en esta materia.

Esto es lo que he aprendido en todo este tiempo y especialmente mediante el desarrollo de una asignatura cuatrimestral. Esto es lo que ha supuesto para mí educar en verificación digital.

¿Qué es la verificación digital? Podría definirse como el conjunto de técnicas y recursos informáticos para la comprobación de contenidos (textos, imágenes, audio, multimedia, etc.), individuos y situaciones que se presentan en línea o en el mundo real. Recalco continuamente que son habilidades aplicables también en investigaciones “analógicas” (si es que queda algo de eso).  También insisto que el Periodismo es una actividad que se ejerce sobre el terreno y que lo que uno pueda hacer sentado ante un ordenador no sustituye, sino que complementa, los mandamientos tradicionales (contactos con las fuentes, visitas al lugar de los hechos).

Tiempo de dedicación. Al empezar el curso de la Universidad me preguntaba si cuatro meses serían un plazo demasiado largo para dedicar a este ámbito. La respuesta es que no. Por el lado teórico existen multitud de debates relacionados, debates que remiten a cuestiones de tanta importancia como la democracia, la libertad de expresión, la seguridad, la ciberseguridad, la privacidad, la vigilancia y el rol social de gigantes como Google, Facebook o Twitter. Por la parte práctica, continuamente aparecen nuevos recursos y técnicas avanzadas que se pueden examinar y probar. Es un campo efervescente.

Conexión con la actualidad. Dentro de la materia, cada vez es más necesario hablar de bots y últimamente es necesario comentar sistemáticamente temas que nunca pensé aparecieran tanto en las clases. En octubre de 2017 Rusia se convirtió en el gran invitado inesperado en el aula por su presunto rol digital en EEUU y Cataluña. Aprovechamos las noticias que ofrecían los diarios españoles para debatir sobre estos asuntos y también para examinar qué periódicos informaban con mayor rigor sobre ellos en función del lenguaje, la profundidad y la diversidad de fuentes empleadas. Los artículos de mala calidad no resisten un análisis detallado.

Perspectiva internacional. Como sugiere el punto anterior, la asignatura terminó con un barniz bastante internacional. Siempre he creído que es un prisma que conviene a la verificación, pues los bulos se presentan cada vez más como ingredientes de campañas que traspasan fronteras. Se nos dice que un musulmán ha atacado a una enfermera en un hospital español, pero ese mismo vídeo se difundía ya hace meses en Europa del Este con la misma acusación falsa, cambiando sólo la dirección del centro y la nacionalidad de atacante y atacada. Para afrontar las mentiras lo mejor es verlas venir de lejos.

Materia con sentido por sí misma. Los límites de la verificación son borrosos pero creo que el edificio se mantiene, que tiene entidad propia: a) conceptos previos de identidad digital, ciberseguridad, vigilancia y datos privados en Red; b) taxonomía de la falsedad, tipos de engaño; c) lectura digital y no digital crítica, con especial atención a las fuentes y, dentro de ellas, a las fuentes anónimas; d) configuración del escritorio y espacio de trabajo; e) búsquedas avanzadas; y f) técnicas y  recursos relacionados con las 5W del periodismo: quién, qué, cuándo, dónde y por qué, a las que se añade el cómo. En este último bloque, el más largo, se responde a preguntas como quién ha difundido la noticia, qué rasgos de falsedad presenta un tuit, cuándo se tomó la imagen, dónde se grabó el vídeo, por qué ha podido ser puesto en circulación ese dato, cómo se ha expandido la información en línea… El programa reservaba buena parte de ese “por qué / cómo” al fenómeno de los bots, las pseudocampañas y la introducción al análisis de redes. Esta disciplina será cada vez de más ayuda en verificación digital.

Motivación. En los talleres de matriculación voluntaria los asistentes muestran siempre un plus de motivación. En cursos obligatorios, de entrada la materia resulta árida y hay alumnos que la rechazan fieramente. Observan las redes sociales como lugares a los que se va a difundir y consumir información con un carácter más despreocupado o lúdico. Entre los jóvenes –los que yo he conocido- Instagram y no Twitter es el rey. Dan prioridad a aprender sobre posicionamiento, visualización efectiva de los contenidos y captación de seguidores. Los influencers son el faro profesional de muchos. Yo lo llamo preferencia por la extroversión frente a la introversión, por las redes como escaparate más que por las redes como campo de trabajo pre-publicación. Los dos acercamientos son necesarios en periodismo, pero el segundo les parece más ingrato o menos “resultón”.

 

Los estudiantes pueden mostrarse terriblemente cándidos ante las formas clásicas de manipulación

 

Verificación en gabinetes y en reporterismo. Quienes quieren dedicarse a la comunicación corporativa no acaban de ver cómo puede ayudarles la materia, pese a que las empresas afrontan cada vez más riesgos por campañas de desprestigio. Y quienes tienen un perfil más cercano al reporterismo se muestran escépticos sobre la posibilidad de dedicar tanto esfuerzo a realizar comprobaciones (asumen que no tendrán tiempo para ello). Esto último puede ser sintomático de uno de los grandes males del periodismo actual: se da por hecho que en el trabajo habrá que ser rápido, no riguroso.

La geolocalización es la estrella. Hay unanimidad sobre lo que más gusta. Todos se animan cuando entra en juego la geolocalización (el “dónde”). Engancha inspeccionar una imagen o vídeo para intentar averiguar su procedencia, así como aprender a leer los mapas e imágenes satelitales en busca de pistas. Además, los casos de éxito que se han producido en este ámbito ayudan más que ninguna otra cosa a convencer sobre la importancia de la verificación digital. Las experiencias avanzadas de Bellingcat o The New York Times demuestran que por esta vía se puede llevar a un nivel superior la lucha contra la propaganda gubernamental en conflictos bélicos. Algunos investigadores de este campo se han convertido en estrellas, como Eliot Higgins, y eso también resulta atractivo.

 

En periodismo estas enseñanzas se necesitan como el pan

 

Los ejercicios. Pienso que el flanco más débil a la hora de impartir verificación digital son las prácticas. Es difícil hacerse con ejemplos frescos que encajen con el cronograma de la clase. Así, uno puede encontrar una mentira digital jugosa por la noche del tipo que se está tratando solo para descubrir, al llevarla al aula al día siguiente, que ya ha sido desmontada (debunked) en varios sitios web. Para conseguir casos prácticos de interés fue de gran ayuda el contacto con la comunidad de expertos FirstDraftNews y en particular con su responsable de Formación, Eoghan mac Suibhne. Han sido de una generosidad extrema a la hora de facilitar «ejercicios encapsulados».

La colaboración. Aunque la colaboración es muy recomendada en verificación digital, el trabajo en equipo no me ha funcionado muy bien en las clases y suelen ser preferibles los ejercicios individuales (en el sentido de que creo que les hacen esforzarse más). También es mejor realizar los ejercicios en el aula, en directo, que en casa. Cuando trabajan a domicilio, hay alumnos que verdaderamente investigan y abren caminos y alumnos que preguntan a otro compañero cómo lo ha hecho y replican los pasos realizando una entrega a la que apenas han dedicado esfuerzo en realidad.

La personalidad. Es increíble comprobar de qué manera tan diferente interioriza cada persona la materia. A algunos alumnos les cuesta mucho la asignatura y se enrocan ante los recursos gratuitos empleados porque funcionan de manera imperfecta e incluso en ocasiones errática. Se explica que la verificación digital no es una ciencia exacta y que las conclusiones definitivas solo pueden obtenerse tras desarrollar varias técnicas y herramientas, pero hay quien se desilusiona de modo definitivo al saber que no hay bala de plata ni victorias inmediatas. Sin embargo, otras personas captan rápidamente los conceptos y avanzan vertiginosamente, sugiriendo incluso nuevos caminos posibles al profesor. Esta es la parte más maravillosa de educar. Si algún lector necesita estudiantes con capacidad notable para la verificación digital y la inteligencia de fuentes abiertas (OSINT) tengo algunos nombres.

 

Son preocupantes las campañas contra los refugiados y las que ahondan en la división social y el extremismo

 

Es una necesidad. Pese a que la materia no guste a todos, pienso que no es una opción. Dicho del modo más gráfico que se me ocurre, en Periodismo estas enseñanzas se necesitan como el pan. Demasiados estudiantes muestran dificultades para distinguir los tipos actuales de falsedad en Red: clickbait, sátira, propaganda política, discurso del odio y tantas variantes más. Les cuesta identificar las distintas trampas. Tanto si es a través de una asignatura específica como de enseñanzas trasversales o talleres, este aprendizaje es necesario.

Manipulación política. Los estudiantes aprenden con facilidad las herramientas informáticas, y sin embargo pueden mostrarse terriblemente cándidos ante las formas clásicas de manipulación. En los cursos incido, por ejemplo, en la importancia de preguntarse no sólo que medio está presentando la información y qué periodista la firma, sino quién le ha podido pasar la información a ese reportero. Si las fuentes son anónimas, ¿qué intereses pueden ocultar? A un sabueso experimentado este tipo de lectura a varios niveles no se le escapa; a alguien más joven sí. El millenial detectará una imagen retocada digitalmente con mucha más sagacidad que un compañero veterano o que el profesor, pero caerá con más facilidad ante una campaña política encubierta en redes, un globo sonda o un ejercicio de distracción impulsado por una empresa.

Es una materia divertida, pero seria. La mentira digital puede adoptar muchas formas. A veces es sólo una broma, un error, un dato mal dado sin ninguna intencionalidad. Me gusta que se vea esta parte lúdica en las clases pero es necesario concienciar también de la importancia creciente de la desinformación planificada desde instancias poderosas (partidos, gobiernos, grandes corporaciones). El estudiante ha de entender que tiene que estar alerta para no convertirse con retuits aparentemente inocentes en el peón de una jugada que se le escapa. En particular, me preocupan las campañas dirigidas contra los refugiados y las que ahondan en la división social y el extremismo. Es un problema creciente impulsado por radicales de todo el arco ideológico, y especialmente de la extrema derecha, que buscan generar desconfianza en el sistema. Debo decir que algunos jóvenes periodistas ya están en esa dinámica sin saberlo. Se pronuncian claramente imbuidos de una ideología que palpan en sus casas o en sus medios favoritos y nunca comprobarán los hechos si se adecúan al relato que hace su partido elegido. Tenemos un problema con la polarización y sus burbujas. Para limar sus bordes, para explotarlas, la cultura de la verificación (digital y no digital) debería reforzarse desde la escuela.