Mi feria del libro

 

Últimamente me acuesto cada noche con miedo y me levanto con miedo, por la crisis económica. Casi nunca había sentido tan cerca un vendaval macro en mi mundo micro. Sólo ocurrió una vez, con los atentados del 11-S.

Siento una especie de taquicardia al ralentí que parece sincronizada con la del mundo en general. Todos con miedo y preguntándonos qué pasará mañana. Así que este año he paseado por El Retiro con un dilema: con la que está cayendo, me está cayendo, ¿soy económicamente responsable o irresponsable si compro un libro? Inversión insignificante, pero dicen que el espacio que nos separa del abismo también lo es. He solucionado el dilema comprando dos libros para personas que lo necesitan (se están formando). De uno no puedo desvelar el título. El otro es sobre Mandela.

 

Mandela - portada comic

 

Estaba Ana Obregón -me sorprendió su belleza-, rodeada de gente que se le acercaba mucho. Pero la cola más larga de lectores no era la suya sino la del escritor X, que se lo merece porque es buen escritor aunque yo nunca compraría sus libros. Y había una autora completamente sola, de pelo blanco. Le habían abandonado hasta los responsables de la caseta y parecía desamparada bajo su propio cartel, como Zapatero sobre su cartel en aquella famosa foto en Bruselas. Pese a todo sonreía, pero no pude evitar acordarme de esa frase de Marilyn mencionada hace poco por @sandopen en Twitter: “Vivir sola es como estar en una fiesta en la que nadie te hace caso”.

Le agradezco a la Feria del Libro de este año varias cosas: la visión de algunos libros estimulantes ya sólo por su título (“Grace Kelly: hielo al rojo vivo”), su ambiente (había un músico con un violonchelo precioso de madera, estaba lleno de grietas y quería tocarlas como George toca la piel de Ada a través de su media rota en El Piano); y que no haya llovido.

Pero sobre todo le agradezco a la Feria del Libro de Madrid el haberme devuelto a la escritura. Porque primero pensé “voy a escribir un tuit” y luego “voy a poner otro” y finalmente dije: ¿y si me desentumezco y escribo, escribo largo, escribo como antes, cuando tenía otros miedos pero llenaba papeles pensando agradablemente que nadie los leía?

 


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