Obama, antes y después

 

El equipo de Obama ha despertado expectativas enormes con su dominio de las nuevas tecnologías para ganar las elecciones. Pero quizá sea todavía más interesante comprobar hasta qué punto esos instrumentos resultan válidos en tareas de gobierno; es decir, ver la distancia tecnológica que media entre los sueños y la realidad. Esto recuerda a 2002, a la época de «¿qué conseguirá hacer Lula con Brasil?», pero con 2.0 de por medio.

 

Obama ist ein Berliner

De momento, los discursos semanales de Obama se difundirán por Youtube y las personas que rodean al presidente electo han lanzado una página temporal, Change.gov, para comunicarse con los ciudadanos mientras dure la transición. Desde ella emiten video-preguntas concretas, por ejemplo una que interpela al público sobre cómo modificar el débil sistema sanitario de EEUU.

 

Para Micah Sifry, de TechPresident.com:  «Before our eyes, we are witnessing the beginning of a rebooting of the American political system«. Lo de rebooting quizá suene demasiado optimista, pero en las actuales circunstancias, para muchos bastaría con un «re-loquesea».

 

Hay quien analiza al detalle si el éxito ha supuesto ya alguna rebaja de las promesas realizadas. Por el momento parece ser que no, que el discurso se mantiene en entrevistas pre y post electorales. Y, mientras tanto, se sigue trabajando en los argumentos y en en ese modo tan particular de contarlos que es lo que impulsó inicialmente la ola Obama (el famoso Yes, we can). El periódico  The Times acaba de publicar un artículo sobre Jon Favreau, el joven talentoso que le escribe los discursos a Obama y que curiosamente tiene un perfil más que discreto en Internet. Le llaman Baby-face, como al Diego Luna tan especial de Sólo quiero caminar.

 

En Internet están disponibles todas las intervenciones de Obama, como la de Berlín (en la imagen), con la que encandiló a media Europa. Sin embargo, una encuesta espontánea realizada en mi entorno más próximo (es decir, bastante poco científica) revela que ningún político leería en España su discurso de la victoria, por ser demasiado cursi/sentimental y por estar «vacío». ¿Diferencias culturales?

 

El caso es que otros grandes líderes, desde Churchill a Suárez (pdf), también recurrieron al sentimentalismo para impulsar campañas necesarias en tiempos difíciles. Y el caso es que a Favreau -y a Obama- nadie puede quitarles el mérito de haber convencido a más de 75 millones de votantes.

 

I did not vote for you - size8jeans
I  voted Obama - Norma Iriz

 

 

Vía Center for Media and Democracy | Paper Papers | Cac.ophony.org