[Actualizado el 16-02-2014]
No sé de ningún estudio sociológico al respecto, pero a mí me parece que cada vez hay más tertulias. Lo relaciono con la necesidad de hablar en medio de esta crisis-huracán.
Al escuchar aquello de que no parece que haya (crisis) porque los bares están llenos -qué pesadez de argumento- pienso que es todo lo contrario. Como sucede ante un episodio traumático, de esos que de verdad golpean (el 11-S, el 11-M), ser humano busca a ser humano. Cualquier cosa menos solo.
La crisis dentro de la crisis que vive el periodismo nos tiene cada vez más reunidos en torno a temas fogata de interés: elija ciencia, política europea, cooperación o literatura y encontrará un club de encuentros relacionado con ese periodismo para hablar de ello.
Llámenlas tertulias de las buenas. Al menos porque buscan tertulianos especializados de verdad y porque suelen tener carácter desinteresado, felizmente naif. Frente al aliento helado del desempleo, la pobreza, la insolidaridad, LA FEALDAD (pero cuánta fealdad, oigan), ofrecen compañía y opiniones libres. Quiero pensar que en este mundo de personal branding, social networking y otras etiquetas cansinas sobre cómo comportarse y qué hacer para mostrarse cool, estar in y ser un winner que takes it all (¡en diez puntos!), quiero pensar digo que quienes acuden pueden buscar contactos o relieve, pero también enterarse y entender.
En Madrid no he conocido una época de tanto interés por conversar. Sabemos que las hubo y hay bares clásicos (el Café Gijón, el Café Comercial, el desaparecido Café Pombo, y ahí sigue El Ateneo). La frontera entre tertulia, coloquio, debate y otras formas organizativas es ambigua, pero siempre hay un esfuerzo horizontal que aleja estas iniciativas de las conferencias verticales habituales hace unos años. La máxima parece ser “juntarse en un lugar estratégico y estar caliente”, como explica con sencillez un camarero a Alberto G. Palomo en Las nuevas tertulias de Madrid, artículo centrado en las de carácter literario. La escena suele producirse en torno a una cerveza, un vino o un café. Con la complicidad de sillas y mesas destartaladas, cierto toque retro y algún libro. En estos momentos, nada abriga tanto como una librería-cafetería. Y la conversación es la bufanda.
Háganse una idea: Beer for Science, Beers&politics, Politikon, Periodismo Comprometido, Breviario Club, Cafés Teatrales, Café Filosófico… Periodismo, cultura, pensamiento. Todo junto. Si el tema no es periodístico, a veces el organizador lo es. La lista es ampliable. Y no hay que olvidar el modelo “tertulia digital”, en expansión (la APM organiza encuentros presenciales –“Laboratorio”- y en Twitter), o los encuentros de medios con sus lectores/socios: Eldiario.es, La Marea.
Unas cuantas propuestas se vinculan al periodismo y la política internacional: FronteraD, CCEuropa y claro, La Tertulia Infinita. Y de nuevo ofertas digitales: #Elcanotalks.
Hay que tener un punto necio para pensar que compiten las unas con las otras. Oigan, a la mayoría de los siBARitas de lo hablado, esto lo que nos parece es un festín.