Entrevista: María Ramírez, corresponsal de El Mundo en Bruselas

 

Por Carlos de Linares

 

“SI ALGUIEN TIENE PODER PARA MANEJAR Y PARA INFLUIR EN LA POLÍTICA SON LOS ESTADOS MIEMBROS, NO LOS LOBBIES»

 

Desde que localizo su correo electrónico y le escribo un extenso e-mail pidiéndole el gran favor de concederme la entrevista, hasta que me responde pasan sólo unas pocas horas. En su respuesta muestra una cordialidad absoluta ante el incordio que, imagino, debe suponerle la petición de un favor de un total desconocido que quiere robarle su escaso tiempo: “Sin problema”, es lo primero que leo en su respuesta para regocijo mío. A continuación me emplaza para unos días más tarde en que esté menos liada: “ahora estoy en pleno Consejo EUROPEO”, se disculpa. Me dice que el domingo lo pasará en Madrid y que allí la puedo llamar a las 11 de la mañana. Así lo hago y, al momento, coge el teléfono amable y sonriente.

María Ramírez tiene 31 años, estudió periodismo en el C.E.U. en Madrid, obtuvo una beca Fulbright con la que marchó a hacer un Máster a la Universidad de Columbia, realizó prácticas en Il Corriere della Sera en Milán, Expansión, RNE o la agencia EFE. Marchó a New York desde donde siguió prestando colaboraciones para El Mundo, Il Corriere y otras revistas. En Londres llevó a cabo actividades en el London School of Economics, desde donde prosiguió con sus colaboraciones para distintos medios. Tras su paso por la redacción de El Mundo en Madrid, desde septiembre de 2005, es corresponsal en Bruselas para dicho periódico.

 

¿Cómo es la rutina de un periodista en Bruselas?

En realidad, es una buena pregunta porque creo que es bastante peculiar comparado con otras corresponsalías. De hecho, es una rutina de verdad, porque en Bruselas lo bueno y lo malo es que estás regido por un calendario muy estricto. Es decir, la vida está regulada por las presidencias, que son los turnos entre Estados que duran seis meses y que, al comienzo y al fin de cada una, dan lugar a una serie de ritos muy establecidos.

La rutina diaria de trabajo es muy estable. Por una parte, todos los días tienes rueda de prensa en la Comisión Europea, donde están todos los portavoces de todos los comisarios para tratar los temas que ellos proponen y cualquier otra cosa que surja. También tienes los Consejos de Ministros, que son siempre las mismas semanas: una vez al mes, Consejo de Ministros de Exteriores, Consejo de Ministros de Economía, Consejo de Ministros de Justicia… Además, siempre los mismos días: lunes y martes, Consejo de Exteriores; jueves y viernes, de Justicia… Es todo muy rígido y establecido el calendario, con lo cual se puede decir que el trabajo en Bruselas es muy rutinario. El contenido varía, pero la dinámica es muy parecida en el tiempo, igual sucede con el Parlamento.

Una de las críticas que tenemos entre periodistas es que es demasiado rígido y la dinámica del trabajo no te deja salir a hacer otras cosas que a lo mejor te gustaría seguir porque, al final, tienes que cubrir siempre el Consejo de no-se-qué o el pleno del Parlamento o el Consejo Europeo. A veces, eso te agobia un poco porque no te permite mucho salir y hacer otros temas de Bélgica o de la Unión Europea que están fuera del calendario oficial.

 

¿Quieres decir que las exigencias de esa estricta rutina evita que se puedan realizar reportajes más en profundidad?

 

A veces, te queda poco tiempo, la verdad. Digamos que con este calendario, sabes las épocas que son más tranquilas y ahí es cuando los periódicos aprovechamos para hacer otras cosas y, dentro del calendario, miras si hay algún tema estrella para profundizar más. No obstante, es difícil romper con esa rutina que te arrastra, porque no puedes dejar de seguir a los ministros y la agenda oficial que es la que, al final, produce titulares.

 

 

Está todo tan planificado por los organismos y exigen tanto tiempo que: ¿No consigue con esto que sólo se les pueda escuchar a ellos? Quiero decir, ellos ofrecen una información importantísima pero, con la atención permanente que precisan ¿No logran que no se escuchen otras “versiones”?

 

Pero “Ellos” es un concepto muy amplio. Es verdad que las instituciones en sí hacen mucha propaganda (como cualquier institución), pero en Bruselas tienes representantes de 27 países por lo menos (además, están los candidatos, los lobbies…) y cada uno tiene su interés particular. La Unión Europea tiene tantas voces… Incluso entre las instituciones hay mucha competencia y cada una cuenta la versión de su historia, dentro de cada institución tienes multitud de funcionarios a tu disposición que a veces representan a su institución, a veces a su país; diplomáticos y representantes varios de 27 países. Así que estás siempre en una “burbuja” pero con visiones muy distintas de las cosas. Pueden hacer toda la propaganda que quieran pero es muy fácil contrarrestarla y obtener visiones distintas.

 

Has mencionado a los lobbies y me viene a la cabeza el libro EUROPA S.A que se refiere a las prácticas sistemáticas que las multinacionales utilizan para, a través de grupos de lobby, influir sobre las políticas de la UE.

 

Ése concretamente no lo he leído, pero creo que a veces forma parte de una obsesión de muchos euroescépticos.

Bueno, yo creo que los lobbies son pesados (porque también los sufrimos los periodistas): te llaman 58 veces para invitarte a cosas, para meterte en sus mailing list y, la verdad, es que les hacemos muy poco caso a no ser que sean esenciales.

La cuestión de los lobbies es una obsesión continua y, aunque hay algunas empresas y algunas ONGs que tienen mucha influencia porque son muy fuertes, los lobbies, en general, no son tan influyentes. Por ejemplo, Telefónica tiene uno de los lobbies más fuertes de Europa e intenta, obviamente, agobiar al comisario, a los parlamentarios. No obstante, los lobbies no son necesariamente malos. Lobby es también Greenpeace o Amnistía Internacional, que están muy presentes y consiguen cosas con sus protestas o con la acción tradicional de presión al comisario o al parlamentario.

Por tanto, el papel de los lobbies está sobrevalorado, con esa idea de que parece que estén en la sombra, manejándolo todo… En realidad, si alguien tiene poder para manejar y para influir en la política son los Estados miembros, no son los lobbies. Aunque los Estados obedezcan, a veces, intereses de sus grandes empresas: Está claro que Alemania defiende los intereses de sus fabricantes de coches y España defiende a Telefónica.
Hay un registro de lobbies en la UE y ha habido mucha polémica sobre si tenía que ser obligatorio registrarse. Pero bueno, yo creo que las grandes empresas ya se sabe que hacen lobby, no es ningún secreto.

 

 

¿Qué diferencias hay entre el periodismo comunitario y otras corresponsalías u otras formas de periodismo?

 

En Bruselas, lo bueno (y lo malo porque también es mucho trabajo) es que la información es completamente tuya, no sigues a nadie, consigues entrevistas con todo el mundo. Obviamente la Comisión, por ejemplo, le va a filtrar la noticia, antes que a nadie, al Financial Times pero tú también tienes acceso, tú vas a las ruedas de prensa, tú estás en los pasillos esperando hablar con un diplomático, con un funcionario. La información es muy tuya, no sigues a nadie, es casi como si estuvieras en España y eso está bien.

Por otra parte, en general, el periodismo comunitario a veces es más árido porque hay que explicar mucho, pero tampoco demasiado. No puedes pasarte en los detalles comunitarios que tú necesitas entender como periodista, pero que si cuentas con todo lujo de particulares, probablemente provoques que el lector no termine de leer tu crónica. Tienes que buscar el equilibrio.

Bruselas es también una burbuja porque es un sitio muy pequeño donde todo gira alrededor de la UE. Es peculiar.

 

 

He leído una entrevista tuya donde mencionabas las particulares relaciones profesionales que se creaban entre la multitud de corresponsal de los distintos países.

 

Sí, es un poco como el cole (risas), siempre lo digo. Es como un curso escolar: empiezas el curso en septiembre con poca cosa, se acelera de octubre y en diciembre hay muchísimo trabajo, como si fueran los exámenes, igual que ahora en junio, julio llega a ser una auténtica locura; luego, en agosto se cierra todo. El ritmo recuerda mucho a un colegio.

Además, los periodistas nos vemos todos los días y, por ejemplo, en el briefing de la Comisión Europea todo el mundo se sienta en el mismo sitio. La relación con los colegas españoles ha sido históricamente muy buena. Si alguien ha ido a un Briefing y tú no has podido, te pasan las notas. Y los que te pueden pasar más noticias son, sobre todo, los periodistas no españoles, al no ser competencia.

 

 

¿Dónde hay más riesgo a que lo manipulen a uno en Bruselas o en España?

Que te manipulen o no, depende mucho del periodista, pero en Bruselas es muy fácil contrastar algo porque tienes a mucha gente a la que preguntar, tienes rápidamente otra voz que además no es partidista. En España, después de escuchar al Gobierno puedes llamar a la oposición, pero ya sabes más o menos lo que te va a contar. Aquí si le preguntas a uno de otra nacionalidad que no está en el fregado español es más imparcial, aunque tenga sus intereses, que ya sabes que los tiene.

Aquí, por ejemplo, algún portavoz ha intentado colarnos algo como: “esto es una iniciativa española” o “franco-española” y hemos descubierto rápidamente que era mentira porque no teníamos más que darnos la vuelta y preguntarle al francés.

 

 

¿Puedes poner un ejemplo paradigmático del seguimiento de una noticia en Bruselas?

Por ejemplo, el Consejo Europeo supone muchas horas de espera porque los líderes se reúnen por la tarde, hay una cena donde siempre se discute el tema fundamental pero todo es a puerta cerrada y no sabes oficialmente nada hasta la rueda de prensa, que suele ser a las 11 o a las 12 de la noche. Es una espera agónica en la que no sabes que está pasando dentro salvo alguna declaración a la entrada de que te hayan hecho a la entrada.

En este caso, uno de los temas principales era que iba a pasar con Barroso. Pasé toda la mañana hablando con eurodiputados y portavoces del Parlamento o llamando a los funcionarios del Consejo que están cerca o incluso dentro de esas mismas reuniones restringidas. Una fuente fundamental también son los periodistas: así, por ejemplo, el asunto de Irlanda y el Tratado de Lisboa era otro punto fundamental y yo perseguía a Jaimie (se refiere a Jaimie Smyth, corresponsal en Bruselas del The Irish Times): “¿Qué pasa?”, “Cuéntame”. Porque al final, él es quien tiene relación directa con el Gobierno irlandés, que le va a contar mucho más que a mí.

Ahora con Internet estamos mucho más apurados porque nos hemos acostumbrado a mandar una primera versión a elmundo.es inmediatamente. Así, durante todo el tiempo de espera, con lo que me iba enterando, mandé un par de crónicas aunque ni siquiera había empezado la cena. Pasadas las 12 y media de la noche fue la rueda de prensa y ya con ella, hice el trabajo más tradicional, como añadir alguna declaración de Barroso. En este caso, como sucedió lo que esperábamos, no hubo que arreglar mucho.

En otros casos más agónicos, como en la aprobación del Tratado de Lisboa, en 2007, estuvimos hasta las 6 de mañana y no se sabía si iba o no a haber acuerdo. Todo lo que publicábamos eran cosas como: “los polacos vetan”, “parece que ahora no vetan”. Pero el esquema habitual de los consejos europeos suele ser como el de este último y, más o menos, sabes lo que va a pasar.

 

 

¿Qué opina sobre la nota que hace unos meses envió la Comisión Europea a sus servicios, previniéndolos del espionaje de periodistas que andaban «en búsqueda de informaciones sensibles clasificadas»?

 

Eso fue muy criticado y, de hecho, la A.P.I. (Asociación Internacional de Periodistas) hizo una protesta formal porque fue un poco escandaloso. No me extraña, la Comisión es muy histérica con la información y el responsable de seguridad muy nervioso. Se viene restringiendo el acceso a los periodistas desde hace tiempo. Antes de que yo llegara, cuentan que podías circular por todos los pasillos donde estaban los despachos sin ningún problema. Ahora estamos muy confinados en el edificio de la zona de prensa y para subir a la zona de los funcionarios o comisarios te tiene que acompañar alguien. Está todo más restringido.

 

 

¿Por qué ese miedo al espionaje? ¿No parece que tuvieran algo que ocultar?

 

En realidad, es una batalla que tienen perdida porque hay tantas fuentes de información que, aunque la Comisión diga oficialmente una cosa, con tantos funcionarios… Los funcionarios a veces también tienen interés en pasar información, o bien para que salga o bien para aclarar algo, y te llaman directamente. No es que tengan algo que ocultar; es más por histerismo. Cada propuesta legislativa pasa por distintos borradores y, mientras, se van sondeando a los países para ver si eso se puede aprobar o no. Lo que no quieren es que se filtren borradores que todavía, a lo mejor, no han pasado por los Estados y pueden ofender a alguien. Es más un juego de controlar cuando sale la información.

 

¿Qué le parece la polémica en torno a lo poco que se ha hablado de las cuestiones europeas en España durante la última campaña al Parlamento Europeo?

 

Está mal enfocada. No es que hayan hablado mucho o poco de Europa. A fin de cuentas, España está en Europa y los problemas nacionales son problemas europeos. Lo que ha faltado es concreción. Bastaría con que los candidatos, en vez de hablar en general sobre las cifras del paro, hablaran de temas que próximamente tendrán que votar en el Parlamento como: ¿Qué va a votar usted ante la propuesta de la Comisión de acelerar los fondos para que reciban los parados los fondos antes? O ¿Qué va a votar usted sobre la reforma de la política agraria que va a acabar con las subvenciones, o parte ellas, pero que va a destinar más fondos a la competitividad tecnológica?” Si se preguntan sobre estas cuestiones concretas sobre las que en breve se tendrán que pronunciar, eso es hablar de Europa.

 

 

En cualquier caso, con la baja participación, ¿no se demuestra que se ha perdido una buena ocasión para explicarle al ciudadano la importancia de Europa?

En realidad, bastaría con que los políticos lo tuvieran más interiorizado y no hablaran de Bruselas como un ente extraño, abstracto o lejano sino que fuera más normal hablar de las cosas que se aprueban en el Parlamento Europeo. En cuanto a la importancia de Europa, creo que el papel no es tanto de los Estados como de la Comisión o el Parlamento, que podría mejorar sus campañas.

De todas maneras, no creo que ése sea el punto fundamental. Para que haya más participación, es necesario un sistema de democracia más tradicional en el que tú eliges a los eurodiputados que, después, elegirán al gobierno. Ésa es la clave para que la gente lo vea más claro. Una relación más clara entre lo que votas y lo que pasa.

También hay que tener en cuenta que la participación es tan baja porque en el centro-este de Europa votan muy poco, incluso en sus elecciones nacionales, y bajan la media muchísimo con participaciones muy bajas, por ejemplo en Eslovaquia, del 19%.

 

 

En torno a la cuestión de la crisis de los medios, hace poco el presidente de la Federación Europea de Periodistas, Arne König, mostraba su preocupación porque los tratados europeos no considerasen estos asuntos como competencia exclusiva de la UE y sólo abordaran el tema de las ayudas a las televisiones públicas y no una revisión completa de los medios ¿Deben intervenir los políticos europeos para ayudar a solucionar esta crisis? ¿Entraña algún riesgo una intervención en este sentido?

 

Los políticos, los gobiernos nacionales y la Comisión, cuanta menos intervención sobre los medios, mejor. No creo que sea una buena idea.

 

 

Se ha hecho todavía sentir menos la crisis de los medios aquí, comparado con los sonados cierres de importantes periódicos estadounidenses.

 

Nosotros también estamos con problemas de recortes de plantilla, nos han aprobado un ERE (Expediente de Regulación de Empleo) y es duro, bueno, de hecho es la primera crisis gorda desde que nació El Mundo. No es nada fácil y no está nada claro cómo vamos a salir de ella. Y El País igual, están recortando sueldos, tienen problemas de colaboradores, el ABC, lo mismo.

 

No se ha cerrado todavía ningún gran periódico aunque se han cerrado algunos periódicos gratuitos de calidad pero estamos sufriendo todos.

 

¿La noticia política Europea del Año?

 

Yo creo que la noticia del año va a ser el 1 o 2 de octubre cuando se realice el referéndum en Irlanda sobre el Tratado de Lisboa.

 

 

La aprobación de este último protocolo que permite a Irlanda ciertas garantías en materia del derecho a la vida, fiscales, etc., ¿no abrirá la caja de Pandora para nuevas reivindicaciones de otros Estados?

 

No creo porque, en cualquier caso, otras exigencias serían independientes al Tratado de Lisboa, que ya está ratificado por 23 países. El único que puede plantear algún problema es la República Checa y su presidente euroescéptico Klaus. Mientras Gordon Brown siga en el poder, bien, pero, como caiga antes de que entre en vigor el Tratado de Lisboa, habrá un problema serio, porque Cameron ha prometido un referéndum sobre el Tratado. Esto, aparte de cuestionable legalmente, porque el Reino Unido ya ha cumplido con todo el proceso de ratificación, sería un problema para la UE y también para el Reino Unido: ¿Qué pasaría? ¿Se quedaría fuera de la UE? ¿Paralizarían los demás el Tratado que ya estaría aprobado por todos?

Yo creo que esos son los únicos riesgos. Creo que los demás países están tan hartos de la reforma institucional que lo que quieren es quitarse esto de en medio cuanto antes.

 

 


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